viernes, 26 de mayo de 2017

Dos curiosas historias de amor (Gregorio Riveros y Alberto Pérez Larrarte)


Imagen en el archivo de Fotollano


EL COLIBRÍ AZUL
Después de una larga conversación, sonriendo, me dijo su nombre:
— Soy Mirabel, mi madre me puso ese nombre. ¡Soy prostituta!
Su piel era tan blanca como el color limpio y puro de una orquídea. Estaba ahí, sentada en un rincón de la casa en la dirección que me dio. Tenía un rostro angelical, bellísima y tan santa que, de amor, entumecían mis sentidos. No pude evitar las comparaciones con una Virgen. Pensé que en todo ese salón de mujeres semivestidas con apenas escasos sostenes y delicadas pantaletas o hilos dentales, miradas y gestos insinuantes, olores de perfumes y esencias costosas y baratas, allí era imposible que alguien pudiera tener un carácter o condición angelical o cualidades tan puras de una Virgen. Era una comparación loca y torpe para justificar ocultos deseos carnales reprimidos, instintos alborotados, que se contienen a la distancia de un simple paso del borde exterior de la piel.
Era una mujer irresistible.
Mi amigo, Virgilio, la desposó.
GREGORIO RIVEROS


TESORERO DEL ESTADO 
(Crónica de amor, febrero 26, 1966)
En la web encontramos un blog registrado con el nombre de: Crónicas del Tánatos, en el que leemos una crónica titulada: Por amor a Marilú, la cual refiere un curioso e insólito hecho ocurrido en la administración pública barinesa en el año 1966, que fue noticia nacional, cubriendo los titulares de las páginas de los diferentes periódicos nacionales, leamos lo que dice textualmente la misma.
“En la mañana del 26 de febrero de 1966 el Dr. José Octavio Henríquez, cuadro político de Unión Republicana Democrática y gobernador del estado Barinas aún se encontraba en su vivienda cuando recibió por intermedio de uno de sus asistentes, la petición que le hacía el conocido comerciante José Leañez de que le recibiera con carácter de urgencia, extrañado por la temprana hora y el apremio mostrado por aquel hombre ordenó que lo hicieran pasar.
Por la expresión de Leañez, el gobernador supo que no se trataba de nada bueno, rápidamente le inquirió la razón de su visita y lo primero que hizo el comerciante fue darle una carta y un paquete que momentos antes le habían sido entregados por su criada. Carta y paquete, según manifestó Leañez, fueron dejados la noche anterior por el hermano de su esposa, Alí Ramón Rodríguez González, quien ocupaba el cargo de Tesorero Ejecutivo de la Gobernación.
Casi un año antes, el 26 de marzo de 1965, José Leañez había servido como fiador de Alí Ramón en el momento en que este se postuló para el cargo de Tesorero, la suma que le fue exigida ascendía a 150 mil bolívares y con la misma se procuraba garantizar la restitución de fondos en caso de manejo irregular de los mismos.
Lo que no previeron los funcionarios de Hacienda fue que Alí Ramón Rodríguez en un momento de locura amorosa pudiera llevarse mucho más de aquella suma aval. Efectivamente y tal como explicaba a su cuñado y fiador en la carta, el día anterior el funcionario había tomado la decisión de fugarse con su novia y establecer una nueva vida lejos de aquellos parajes por lo que resolvió tomar del tesoro regional una importante suma de dinero. El paquete contenía 200 mil bolívares, 150 con los que pretendía pagar a su cuñado el monto de la fianza y 50 como regalo para su hermana con la recomendación de que los enterrara por un tiempo.
Algunos días después Alí Ramón Rodríguez pedía a su novia que lo acompañase a tomar un café cerca del sitio donde estaban hospedados; una pequeña casa en la calle Bermúdez del centro de Pariaguán, en el oriental estado de Anzoátegui, hasta allí habían llegado en su atolondrada fuga. La chica apagó la música que escuchaba en un destartalado equipo de radio y se dispuso a salir con su novio a la cercana estación de servicios del pueblo. Ambos estaban muy nerviosos e irritados pues horas antes habían discutido motivado a que Alí Ramón le había pedido a Marilú que se fugase con él pero en ningún momento le mencionó lo del robo que había hecho.
La muchacha al enterarse le reclamó y en la discusión llegaron a considerar la posibilidad de regresar y entregarse, al final decidieron continuar la huida, solo que presa del nerviosismo el hombre abandonó el vehículo en el que habían salido de Barinas dejando dentro gran parte del botín, otra parte del mismo lo escondieron en un matorral de la carretera y con una pequeña cantidad llegaron al sitio donde estaban, allí alquilaron aquella casita, dando al casero 150 Bs. que cubrían seis meses de alquiler.
Una vez en el cafetín de la estación de servicio mientras tomaban café y conversaban no se dieron cuenta de que un hombre los observaba con disimulo, se trataba del agente policial Guillermo Guzmán, quien vestía de civil pues en aquella época el presupuesto de la policía de Pariaguán no alcanzaba para dotar de uniformes a sus funcionarios.
Lo que Guillermo Guzmán trataba de precisar era si el rostro del gordo que conversaba con la chica era el mismo que había visto en los diarios días antes, el del Tesorero de Barinas solicitado a nivel nacional. Luego de confirmar que era la misma persona espero pacientemente tratando de no llamar la atención. Al rato siguió a la pareja hasta la casa que tenían alquilada y se regresó a la prefectura, allí informó al prefecto quien en compañía de Guillermo y otro agente acudió al sitio donde se escondía la pareja.
Lo primero que hizo el gobernador luego de enterarse del insólito caso fue llamar al Ministerio de Relaciones Interiores para notificar la desaparición del Tesorero General y de la Secretaria Marilú Álvarez, acto seguido se dirigió a la Catedral de Barinas en donde la plana mayor de la delegación regional de la Policía Técnica Judicial oía misa solemne con motivo del 8vo aniversario de la institución. Allí entre responsos y sahumerios comenzó la implacable persecución de la pareja.
A las 8:30 de la noche del 2 de marzo de 1966, el prefecto de Pariaguán tocaba a la puerta de la vivienda número 28 de la calle Bermúdez, conminando a salir de la misma a la pareja que se encontraba dentro. Al poco rato Alí Ramón abrió la puerta, aterrado y pidiendo que no les hicieran daño; dentro estaba Marilú quien se mostraba serena y dispuesta a acatar las órdenes de los policías. Pocas cosas habían en aquella casa, solo una colchoneta tirada en el piso, un viejo radio y un maletín. Los policías arrestaron a la pareja y cargaron con aquel maletín, en su interior encontraron 301.000 Bs.
El rostro de Alí Ramón denotaba temor, angustia y desolación cuando en compañía de agentes de la DIGEPOL y de su compañera de aventura María Leonor Álvarez (Marilú) descendió de la avioneta en el aeropuerto de Barinas. Desde allí fue trasladado a rendir declaraciones en la sede del Cuerpo Técnico de Policía Judicial.
A los 36 años había decidido abandonar a su esposa, su trabajo en una petrolera y su militancia en el partido Frente Nacional Democrático en la ciudad de El Tigre en Anzoátegui para ir a probar suerte en el llano. Por intermedio de algunos amigos militantes de URD, accedió al cargo de Tesorero General de la Gobernación de Barinas, en los primeros meses de trabajo observó excelente conducta superando satisfactoriamente todos los arqueos de caja ordenados por el Jefe de la Oficina de Presupuesto. Todo continuo normal en la vida de Alí Ramón hasta que en diciembre del 65 conoció a la bella María Leonor Álvarez quien con permiso especial, por ser menor de edad, comenzó a trabajar como secretaria en las dependencias de la Gobernación, solo con verla quedó flechado, decidió cortejarla pese a estar aún casado, la chica poco a poco fue accediendo a las intenciones del Tesorero, quien incluso comenzó a visitarla en su casa, allí conoció a la madre de Marilú a quien no le gustaba mucho esta relación pues corrían rumores en Barinas acerca de que Ali Ramón era casado y tenía dos hijos.
Con mañas de suegra logró confirmar esta especie y en una de las visitas del tesorero a su casa le echó en cara su situación delante de la hija, Alí Ramón aseguró a ambas que estaba ya en proceso de divorcio y que lo que quería era casarse con Marilú.
El 20 de febrero, cinco días antes del desfalco, viajo hasta la población de El Tinaco en Cojedes donde estuvo a punto de cometer bigamia, pues solicitó al Jefe Civil de la zona que lo casara con la muchacha, este al comprobar que era casado se negó a efectuar el acto y les pidió que abandonaran el recinto.
En las declaraciones dadas a la PTJ, Alí Ramón contó que esto lo llevo a la desesperación y fue así como en la mañana del día 25 de febrero acudió a la sede del Banco de Venezuela para retirar 1.250.000 Bs. de la cuenta de la Tesorería, luego llegó a su lugar de trabajo en donde sustrajo 341.000 Bs. de la bóveda. Una vez que reunió esta suma propuso a Marilú salir de Barinas y buscar un sitio donde pudieran vivir tranquilos.
La chica sin conocer lo del robo accedió a viajar con el hombre, saldrían de la ciudad de Barinas el viernes 25 por la noche, solo que antes de salir el tesorero acudió a casa del cuñado y fiador José Leañez al que dejó una carta y un paquete con la criada encomendándole que los entregara a su patrón, cosa que ella hizo al servirle el desayuno.
Ahora de nuevo en la ciudad de Barinas, Alí Ramón Rodríguez González el tesorero enamorado, enfrentaba cargos por apropiación indebida calificada y seducción y rapto de una menor de edad… Para colmo de males la PTJ descubrió que este hombre estaba solicitado desde el año 1962 por la delegación del Estado Bolívar pues en ese año desapareció con 22.000 Bs de la Caja de Ahorros de los Empleados Municipales del Distrito Heres; caja de ahorros a la que prestaba servicio como tesorero”.
Esto es el relato de una crónica real de un hecho sucedido en Barinas hace hoy 51 años, es historia contemporánea que no debemos olvidar y que sirve como ejemplo para no copiar al protagonista de este hecho y ejercer una conducta cívica, honesta y responsable cuando se administran los dineros públicos.
De mi libro inédito: Calendario histórico de Barinas.
Tomo I. Mes: Febrero.
Alberto Pérez Larrarte -Cronista Municipal de Barinas

martes, 23 de mayo de 2017

Corrío de Justo Pérez (Próspero Infante) Poesía llanera


Mujer gracitana en el archivo de Beto Mirabal

Del gran poeta Ipireño-Orituqueño Próspero Infante, publico  este poema, de su libro "CARTAS DEL ALTO LLANO”. Espero que su lectura sea del completo agrado de mis amigos virtuales y personales. El poeta es uno de los tantos personajes de esta región que espera su justo y merecido reconocimiento crítico. Beto Mirabal

JUSTO PÉREZ
I
--Cuando muera Justo Pérez,
--decían las viejas del barrio—
han de ocurrir muchas cosas
en este rincón del Llano!
El que viva, lo verá…
Tiene Justo un hombro manco,
y según la gente afirma
es pena de un gran pecado--.
Justo Pérez mató a un Cura
de un espantoso lanzazo,
arreglando viejas cuentas,
cuentas de honor lesionado
de las que adquieren los hombres
cuando se les mete el Diablo,
y que no caducan nunca
si amargan pechos de bravos.
¿Qué negro rencor fue aquel
que royó, como un gusano,
a un corazón tan bien puesto
como era el de aquel centauro?...
Quien antes conoció al tercio,
le tuvo por gran sensato:
valiente y caballeresco,
generoso y recatado.
Siempre le vieron en misa,
muy devoto, comulgando,
y más de una vez cargara
el Sepulcro, el Viernes Santo,
marcando rítmicamente
la ceremonia del Paso…
Fue un misterio…Justo Pérez
sufrió de repente un cambio,
desde que el Cura estuviera
en su casa, muy de paso,
y en el pecho de su hija,
--el clavel del vecindario—
le dejara en un mordisco
la roja huella del fauno.
Indignada y gimoteando
la muchacha contó el caso
al viejo que, silencioso
oyó, mirando hacia abajo,
atusándose las cerdas
de los ásperos mostachos;
y silbando un airecillo,
como quien nada ha escuchado,
guardó corazón adentro
la cruel ponzoña del daño.
Cuando la Libertadora
encendió en guerra los ánimos,
el tumultuoso Levita
se sumó a sus partidarios:
y olvidando del Maestro
el sufrimiento hondo y arduo,
la humildad noble y paciente
que es claro sol del rebaño,
montó sobre su corona
de Marte el bruñido casco.
No bien lo supo Don Justo,
engrosó el bando contrario,
con veinticinco jinetes
de esos que paren los Llanos:
que las niñas de sus ojos
juegan por dar un asalto,
y que el humo de la pólvora
gustan, como el del tabaco,
y en manantiales de sangre
tiñen las ásperas manos!
II
Una mañana nublosa,
de las lluvias a la entrada,
salió un piquete del pueblo
tras una bandera blanca:
organizó campamento
como a la media jornada,
en la rota de Altamira
para Valle de la Pascua :
y sobre cuatro terneras
logró su primer hazaña!
Como un jaguar en acecho
observó la zamurada
el caudillo, Pedro Seijas,
cabeza de otra mesnada,
quien husmeando al enemigo
le retozaban las ganas,
como es propio de los hijos
impetuosos de la Pampa…
En un instante, asombroso,
cayó, como una avalancha,
sobre la chusma ganosa
de hartarse de carne asada…
--“¡Ahora es cuando, muchachotes!...
La ocasión la pintan calva!...”—
fue la voz. Y la Llanura
vomitó Furias airadas…
Y entre los gritos se oía
el chasquido de las lanzas
que tras el corte sacaban
rotas las rojas entrañas.
La confusión y el pánico
ayudaron a la carga!...
Sólo los más avisados
se acordaron de sus patas!
Sólo los más avisados
encontraron el camino
por donde, alegres, habían
en la mañana, venido;
y entre ellos, como una bala,
delantero, iba el Presbítero,
casi seguro de hallarse
libre de aquel torbellino…
Mas, alguien, con fiero enojo
corría tras el fugitivo,
lanza en ristre, pecho hinchado
de febril rencor sombrío.
Como presto le alcanzara
estas razones le dijo:
--No te rindas ni me ruegues
perdón por madre o por hijos,
que la cuenta que te cobro
no tiene causa en partidos:
nada más vengo a curarme
el ardor de aquel mordisco
en que dejaste la baba
de tu corazón podrido!—
Y tras la última palabra
le hundió el arma en el ombligo:
y allí la tuvo sujeta,
firme el pulso, el odio vivo,
hasta que vidrió los ojos
el desdichado Ministro!
Cuando llegó Pedro Seijas
triunfante, al trágico sitio,
gritóle: --Bravo, compae!!...
Así es que es!!... Lo felicito!
Y reafirmó el enconoso:
--No se murió a gusto mío:
no hacen ni cinco minutos
que aquí lo tengo prendido:
por mi voluntad quisiera
tenerlo así, medio siglo,
para que tomen ejemplo
los que se metan conmigo!...
III
--Cuando muera Justo Pérez,
--decían las viejas del barrio—
habrá que hacerse una cruz
de palmas en cada brazo!...
Una mañana cualquiera
llegó el momento esperado:
no lo anunció la pavita
con su fatídico canto,
ni silbó el Ánima Sola
en el higuerón del patio.
Justo Pérez se moría
como pocos: reposado:
un solo remordimiento
no le atenaceaba el ánimo:
ordenó que le llamasen
al Juez y su Secretario:
y después que sus negocios
terrenos hubo arreglado,
suplicó que le trajeran
un Jesús Crucificado:
tan luego como le tuvo,
elevólo, murmurando:
--siempre seguí tus preceptos
con las normas del cristiano;
cobré lo que me debían;
lo que te debo, te pago:
así, Señor de Justicia,
recíbeme entre tus brazos…--
Bajó tembloroso el Cristo
y se lo llevó a los labios:
un beso, que fue un sollozo,
enterneció todo el cuarto,
y entre un rosario de lágrimas,
se fue quedando!... quedando!...
cuando murió Justo Pérez,
corrió esta voz por el barrio:
--Bajó el mismo Jesucristo 
de su Mansión, a buscarlo!...