martes, 23 de febrero de 2016

Poesía de Amores y Desamores (22)

Joven de Cojedes en el archivo de Carlos González




PARA DESNUDAR A UNA MUJER (Gustavo Pereria)
Para desnudar a una mujer no hace falta penumbra
ni pericia ni astucia
De nada valen erudición destreza brusquedad
Ni siquiera sabiduría

Para amanecer a su lado
poco importa el arrojo el valor
                     la treta o la artimaña
De nada sirven apostura o tenacidad
No hay método ni sapiencia ni sistema que puedan vencer su resolución
                             o su mesura

Para desnudar a una mujer toda presunción es inútil
            toda voracidad resulta amarga
            todo discernimiento se vuelve melancólica penuria

Para desnudar a una mujer basta el instante
              en que el ciego misterio la envuelva y la estremezca
y restaure en su pecho la incordura
                  y sepulte su cuerpo en nuestros brazos.


SIMIL (Juan F. Lima B.)
Tal vez te he visto o te he soñado
por algún camino, por algún lugar;
en medio a un paisaje como una postal
dorando al ambiente, tus bucles rizados...

Y el bello estuche, fresco y sonrosado
de tus dulces labios... el fino cristal
de tu voz sonora... Tu presencia igual
a esa que en mi mente se ha reflejado.

Tal vez te haya visto o te haya nombrado
en la áurea estampa que este verso dora,
en medio a un paisaje como una postal.

Y en tus pupilas tal vez me he mirado
ante tu presencia tan arrobadora
cuando con tu imagen me pongo a soñar...!



Imagen en el archivo de Cristian Johnny Quintuña Tigre


PREGUNTAS (Yurimia Boscán)
¿Recuerdas el día exacto
cuando  nuestro
diccionario amoroso
se redujo
a una lista de mercado?

¿Quién de los dos
se fue primero
de esta casa
vacía 
que somos?




PRETENDO ESCRIBIR UN VERSO 
(Héctor Méndez Zamudia)
Pretendo ahora, escribir un verso,
un poema, un soneto, o qué sé yo…
Intentando atrapar la musa en su revuelo
metáfora sutil de flor en flor.

Ave exótica, milenaria y sublime
mujer sensual, divina y seductora
diosa evasiva, amante e invisible
Poesía que vienes y vas… Ensoñadora!

Tu mano me acaricia los cabellos
tu voz me susurra algún deseo
tu fragancia se esparce en aleteos…

Al fin, caigo seducido en tu artificio
y el verso que soñé escribir… Confieso 
quedó revuelto entre sábanas y besos…


ERES (Yrian Herrera)
Eres un libro difícil de leer.
Las metáforas se disuelven
cuando las dibujo en mi mente.
Sul mil colores se conjugan,
degradan
y ya no sé de qué color eres.
Los sonidos son murmullos, música de violines.
Cantar de pájaros;
No dejan oír tu voz.


POEMA (Adriano González León)
Al principio, el gesto fue nuestra presencia.
Hicimos así, en el aire... y surgió la pasión.
Queríamos que alguien entendiera:
                                      no podemos estar solos.
Después vino la palabra:
                   óyeme, espérame...
Esta música es de los dos.
Pero el viento cortaba el ademán
                            y los sonidos.
El viento era enemigo.
Y decidimos, al lado de los ríos,
marcar nuestro existir en los ladrillos.


Imagen en el archivo de Emy Salas 

DECIDO HOY (Mileiby Hernández)
De seguro a esta hora hay un incendio en el cielo.
Yo me quedo jugando
con los espectros del alba
en este amanecer 
mientras me vence tu mirada
las calles un tango.
Ahora
un respiro de amor
estamos dentro
en todos los lugares posibles del alma


PORFÍA (Margarita Belandria Rodríguez)
Dijo un día que no invitara a nadie a nuestra casa.
Alguien terminaría escribiéndonos un cuento en el corazón,
poniendo en él una canción,
susurrando en él,
porfiando en él.
No escuché nada.
Ahora un piélago separa nuestras casas.
En los potreros solos crecen los abrojos cada vez más altos
y plantas que despiden al sol de las ventanas.
Las soleras del techo son pasto de termitas;
un polvillo de madera
hace un montón sobre la cama
donde sólo duerme bajo las cobijas
el recuerdo de una canción
que alguien musitó en el corazón,
cuchicheando en él,
porfiando en él.

Imagen en el archivo de Emy Salas

SILENCIO XXIV (Manuel Da Silva)
Solo algunas veces
en la punta de mis dedos arde una palabra
como un cántico
que intento tallar en  el cuerpo
de las mujeres que me olvidaron


Poema de Néstor Rojas
Yo escribo.
De alguna manera, ella lee mi corazón.
Hay palabras que caen sobre la imagen de una mujer
que ofrece dones como tributos al mar.
Hay un afilado borde de piedra,
un puente colgante tan plácido, inútil,
casi innombrable.
Hay cosas mezcladas con otras, desconocidas.
Cada objeto, libre de su simbolismo,
tiene la forma de su ser pretendido.
Una lluvia cae dentro de mí silencio
y gotea desde mi mano
Es el recuerdo, pienso.
Ella también se ha despedido de mí.
Todo eso algún día lo recordará.



MUNDO HOY TE INFORMO (Roselia Ojeda)
Cuando amanece
haces el día
y me llevas a otros lugares
entonces
tanto después me devuelvo
a la rutina de sentir
que mi espacio es otro
Amor imposible te bendigo.


Poema de María Antonieta Flores
Yo vengo de una estirpe de mujeres solas
eficaces
inembargables
derrotadas antes de nacer
por la muerte
siempre guardadas
como semillas que arrastra el viento
entregadas al sacrificio de la vida
sin un futuro ni un presente
sin vástagos que las resguarden
aprendidas en soledad
ellas mismas amamantándose
haciendo de cada día una victoria estéril
mujeres que hablan desde muy lejos
ahogadas en su torpeza y en la bruma del deseo
mujeres solas que arruinaron sus manos
en el oficio duro que le entregaron las prendas blancas
y perdieron sus días entre toses y dolores de pecho
conociendo todo de la pobreza
administrando los silencios y el alimento diario
entrando en las jornadas
con un dolor irremediable
estirpe sin grandes ambiciones
dulces mujeres que amaron sin respuesta
y fueron una tras otra
mano con mano
fundando la cadena del desamparo



OFERTA  (Arnulfo Quintero López)
Me dijo ámame con un dejo de voz
que apenas rozaba la canción.
Pasajera de una despedida
traía en sus pertenencias pequeñas sombras
no aptas para guiar un naufragio.
Ejercitaba su voz en la mañana
mientras el amante en turno
poblaba la rockola
con canciones de Isaías y el negro Hermoso
nostálgicas
y tristes.
Lo demás eran ofertas de mercado:
labios a tres centavos y noches de amor
refrigeradas.

Ella sin entender
sólo pedía un poco de amor,
y yo desprendido de los prejuicios viejos
le ofertaba mi noche
sin develarle el misterio
del abismo.

Imagen en el archivo de La Estrella de París

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