sábado, 31 de agosto de 2013

EL JARDINERO DEL AMOR (versos llaneros de Octavio Páez)


Imagen en el archivo de Joel Gonzalez




SE HIZO LA FLOR PRESENTE
Su presencia solamente
animó mi desvaído
semblante de penitente,
angustiado y perseguido.

Al verla sentí alegría
como siente el que naufraga
al llegar la luz del día.
Ya nada en mí me amargaba.

Mi vida se reanimó;
el campo se hizo florido:
 en mi corazón entró
un algo desconocido.

Un algo desconocido
 que comencé a conocer,
al echar por el olvido
el antiguo padecer.

De la tierra donde estaba
se comenzó a levantar
una planta que llevaba
 una prestancia sin par.

La planta se hizo imponente
 entre todo aquel verdor
 y del follaje presente
salió de pronto una flor.



MI FLOR

I
Una vez anduve solo
 acompañando a mi flor;
como celoso guardián
la cuidaba con amor.
 Ella me ofrendaba el néctar,
 la fragancia y el candor,
la frescura de sus pétalos,
 la gracia de su esplendor.

II
Mi flor fue la primavera
 que desparrama en abril
 ese encanto majestuoso
que la hace una flor gentil.
Hizo ella de mi existencia
 para vivirla feliz
una cadena de besos
 toda sola para mí.

III
Mi flor irradia preciosa
 refulgente, clara luz
 tal cual a dones benditos
con que adorna la virtud.
Mi flor alumbró los pasos,
mi flor me dio la salud.
Era mi campo florido,
era un amplio cielo azul.

IV
Mi flor me dejó en el campo
 cual semilla en el desierto
 como se pierde la vida
 cuando el hombre cae muerto.
 Mi flor era la alegría
 de que mira del firmamento
 con la frente levantada
 y claro su entendimiento.

V
Cambió de pronto mi flor
 para hacerse tempestad,
 y aquella dulce estancia
en calvario fue a parar.
Brecha de espinos zarzales
mi flor me dio a transitar,
 duro camino sediento
de una triste soledad.


EN ELLA NACIÓ UNA LUZ
 Puedo en mi verso decir
que en la oscuridad vivía
triste y solo mi existir
amarga la vida mía.

Vivía pensando que un día
 tal vez pudiera encontrar
 bálsamo que curaría
 la enfermedad de mi mal.

Canto y por querer cantar
 busco en mi canto salud
de poderme acompañar
 con un rayito de luz.

Dióme sendero de luz
en la oscura soledad
 como lo hizo Jesús
 con toda la cristiandad.

Ella me dio su bondad
 al encontrarme inseguro;
apartó la soledad;
 me entregó cariño puro.

Miré claro donde oscuro
 la vida me parecía. 
Ahora contemplo segura
esta misma vida mía.

Mi camino es mediodía,
 ya no existe tempestad.
 Ella me alumbró la vía,
 ya no existe soledad.


LAS FLORES DE MI QUERER
De las flores más hermosas
 no hallo cuál escoger
 porque si escojo la rosa
 dónde dejaré el clavel.

Si escojo la margarita
se me enoja el malabar;
 y si prefiero el jazmín
 se me inquieta el tulipán.

Mi jardín está formado
de flores cuál escoger.
Me quedaré con la Dalia
 porque me dio su querer.

SOY CULPABLE

HE PENSADO SERIAMENTE
TODO EL MAL QUE TE HE CAUSADO:
 RAZÓN TIENES SUFICIENTE
PARA HABERME DESPRECIADO.

Abrí ante el mundo mi pecho
mostrando mi soledad.
 Busqué el bien, hallé maldad,
encontré todo deshecho.
Anduve siempre al asecho,
 parecido a un penitente,
buscando cual pretendiente
lo que calmara mi sed,
y al encontrármela a usted,
HE PENSADO SERIAMENTE.

Pienso que la vida es buena
Para quien sabe querer
Y se hace corresponder
Del amor que la encadena.
Por eso, tú, flor morena.
Cuando estuviste a mi lado,
En cada beso entregado
Quise adueñarme de ti
Sin tener presente en mi
TODO EL MAL QUE TE HE CAUSADO.

Fuiste mujer generosa,
Como nadie comprensiva.
Nunca te mostraste altiva;
Eras siempre cariñosa.
Ese amor no fue otra soca
Que una dicha refulgente;
Sin embargo, fui exigente
En pedir en demasía,
Por eso, morena mía,
RAZÓN TIENES SUFICIENTE.

Fui jardinero que quiso
Tener jardín de una flor,
Y por esa flor mi amor
Fue creciendo con hechizo.
Mi corazón se deshizo
Al sentirme desechado.
Era tarde y ya el pecado
Había marcado su frente.
Era causa suficiente
PARA HABERME DESPRECIADO


DESPRECIO
Estaba la flor de pie
al paso del jardinero
 esperando no sé qué,
 hizo un gesto lastimero.

Saludó con displicencia
tal vez por no saludar;
é! siguió con diligencia;
la flor quedó en el lugar.

La siguió con la mirada;
 hasta el sitio regresó
y la flor toda inmutada
 sorprendida se quedó.

Buscó hablarle el jardinero,
 pero la flor se deshizo.
Allí quedó prisionero
al ver que la flor no quiso.

Al ver que Ia flor no quiso
 conversar en santa paz;
y allí pronto, de improviso
 lo dejó en aquel lugar.

Su mente se volvió oscura;
 renació su soledad,
y un mal que no se cura
 lo Invadió cual tempestad.

Pobrecito el jardinero,
 murió de pena aquel día.
Anda como un pordiosero
 padeciendo su agonía.

ESTÁ MUERTO EL JARDINERO
Han herido gravemente al Jardinero.
De su pecho generoso y compañero
 va la vida desprendiéndose hacia el cielo
y su cuerpo dolorido revolcándose al suelo
ha quedado como muestra del lucero.

El que ama siente y sufre lacerante.
El que ama con pasión vive anhelante
por tener en el amor la vida misma
 como luz de una estrella rutilante.

Han herido al jardinero; yacía muerto
por la herida más profunda e infinita.
Ya no puede contemplar su flor, la más bonita.

Abre el cielo, su penumbra quejumbrosa,
en el aire se respira el sabor de la amargura.
 No se sabe lo que pasa; eso sí, una cosa
está presente, latigueante y prematura.

¿Quién la vive? -no sabemos- ¿quién la siente"
Si es la estrella que él miraba tiernamente:
o es la flor que él cuidara con esmero
o la vera de! camino, o el beso compañero.

iAy, cuan vaga es la esperanza soñadora
 del que vive de ilusiones en la vida!
Si ya ha muerto el Jardinero, es a hora
de enterrarle las tres flores en la herida.

Si no vive el Jardinero, ¡qué tristeza!
Vivió entre las flores, y ha muerto por la flor
de sus amores. En el mundo, ¡qué belleza!;
en su pecho, ¡qué ilusiones!; en su alma, ¡qué dolor!


Transcripción de Dayana Castellanos tomada de CANTOS A UNA FLOR, poemario de Octavio Páez (1940-1985) editado en San Carlos, por el Círculo de Escritores del Estado Cojedes en 1995. 

Las leyendas llaneras. Algunas apreciaciones


Las leyendas llaneras son motivo teatral, de poesía, canto y cuentos. 
Imagen en el archivo de  Fernando Parra

En ciudades y campos el llanero se hace parte de sus leyendas. 
(Archivo de Sara Medina López)

Las sociedades de cualquier época atesoran diferentes versiones de distintos hechos y,  con el correr del tiempo, algunas de ellas adquieren moldes estables de realidad literaria que se convierten en narraciones aceptadas, conservadas y propagadas por  una comunidad y hasta por naciones enteras, a las cuales llamamos leyendas;  motivo de sentimientos colectivos e identidades sociales que pautan un rasgo distintivo de la condición humana.

Hoy la leyenda se asume  como factor que enriquece el lenguaje. Se habla de leyenda urbana, de leyendas vivientes, de personajes legendarios,  destacables por muy buenos o por infames: artistas, atletas, mandatarios, sabios, religiosos, aventureros, en fin cualquiera con ambición desmesurada de gloria, a la par con batallas, descubrimientos, travesías y plagas compite por un sitial en el conjunto universal, nacional, regional o local  de las leyendas y se labran senderos propios sin detenerse en barreras creadas por la ideología, la religión, lo geográfico, lo idiomático  y lo temporal. La sed de “legendización” está entre las grandes herencias que nos brinda la literatura y es un motivo que empuja al hombre a romper barreras y enfrentarse a lo desconocido.  

El llanero llama a sus leyendas “pasajes”, voz de siglos atrás cuando se gesta esta cultura, pero, al encontrarnos con distintas versiones de ciertas historias y hablar con sus narradores su significado se torna en metáfora y simbología más allá del concepto clásico de Pasaje Literario, tenido como pequeña obra completa y se aproxima más hacia la “condensación” o confluencia de varios temas en una sola unidad narrativa, con signos e interpretaciones múltiples.

Pasaje en su primera acepción alude a un romance o historia trasmitida por medio del canto, de la poesía declamada,  el cuento o todas las anteriores juntas en el Teatro de Estampas o de costumbres. Pasaje significa “precio”  que se paga y el “camino” elegido para  ir de un lugar a otro,  por ejemplo, el del viaje  de la inocencia a la sabiduría y su correspondiente retorno. Pasaje es pasadizo por donde se entra y se sale de un lugar. Pasaje es, también, un acopio de algo que pasó y sigue pasando, por increíble que sea. Además alude al pasajero; el viajero pasante que somos en esta vida que es puro cuento.

Entendemos la leyenda como memoria de acontecimientos simbólicos, cuya índole, justamente, por ser tan vital se transforma como la existencia misma; se asocia, se contradice, sufre mudanzas, toma y otorga préstamos de componentes narrativos, se ata a los vendavales y vaivenes que la propagan, hasta tornarse en un texto sin un acabado o dueño definitivo. El mismo Alberto Arvelo Torrealba configuró cuatro versiones de Florentino y el Diablo, una en teatro y tres en poesía (1940, 1950 y 1957).

Los personajes de las leyendas llaneras obedecen a  un arquetipo muy especial. En otras tierras apuestan a “nobles” de cuna: el marqués de Roldán, al príncipe Drácula, el rey Arturo, el emperador Carlomagno, el divino Aquiles, la reina Brunilda, la faraona Cleopatra. El llanero prefiere el protagonismo de la gente común enfrentados a circunstancias extraordinarias: Uno es el peón de sabanas con las abrumadoras peripecias de su áspero oficio. Otro es el trashumante (el andariego) que de improviso llegaba a con su caudal de ocurrencias y tesoros narrativos desde sitios desconocidos para desaparecer luego con igual enigma. También las mujeres del fogón, las lavanderas del río, las parteras domésticas, las hierbateras del vecindario, las rezanderas de velorios, las señoras del budare: féminas del Llano legendario que encarnan, al mismo tiempo; presencia y fábula, narración y poesía. En fin: copleros, peones, mujeres del pueblo, hijos humildes de la sabana inmensa que, de súbito, se envuelven en torbellinos inauditos, para recrear historias que aún generan gratos momentos de fantasía, de asombro y de identidad. Seres, hoy casi mágicos, que gracias a las leyendas heredadas de ellos, adquieren la legitimidad vital que la gran historia patria les niega.

Constantemente,  todas las leyendas,  adquieren nuevos matices y alcances en los cuales, las personas, los seres del más allá, las ánimas, los santos y los demonios hacen las más curiosas jugarretas y siembran su huella de espejismo. Es un asunto serio y profundo, porque su perfil está en el ancestro, por ello cada quien goza de la libertad de recrearla a su manera, de enriquecerla con trazos de su espiritualidad, tal como ocurre con otros temas trascendentales: el amor, el destino y la muerte.

Pero las leyendas no solo pueden ser importantes por su contendido y sus personajes; pueden, igualmente, aportar datos de su importancia por quienes les investigan, compilan y divulgan. En el caso de las leyendas llaneras destaca un notorio grupo de investigadoras-compiladoras, cuyos textos nos hacen reflexionar sobre el decisivo papel de las mujeres en la divulgación de las leyendas venezolanas, entre las que cabe mencionar a Lolita Robles de Mora, Isabel Aretz, Yolanda Salas de Lecuna  y María Manuela de Cora. En el terreno de las leyendas llaneras encontramos a Ana Cecilia Valdez,  María Josefina Villegas, Flora Ovalles, Dorothy Noguera de Stergios y Carmen Pérez Montero, entre otras.

Ana Cecilia Valdez en su artículo Vigencia de la Llaneridad, apunta que en el Llano: “Sus pobladores nos narran sus experiencias sentidas y vividas, tal como la aparición de Las Candelitas del Leñador, de La Bola de Fuego, el renombrado Silbón, entre otros…Es menester enfatizar que la cultura llanera se hace permanente y cobra vigencia en estos espantos, leyendas y creencias vernáculas, particularidades socio-culturales que demandan un concepto amplio y preciso de la llaneridad”.

En Mitos y leyendas del estado Portuguesa, Carmen Pérez Montero (2002), nos ofrece diez y ocho impactantes versiones de leyendas con apoyo en fuentes orales adquiridas mediante entrevistas y sus títulos nos enuncian lo grave de su contenido, por ejemplo: El Encadenado de Píritu; El Carretón; El Espíritu de Eugenio Báez; El Espanto del Bajío y El Ánima de Ño Silvestre.

La gracia de muchos textos, narradores y cantores de las leyendas llaneras podrían hacernos pensar en cuál es su relación con el humor, sin embargo, la leyenda tiene más de drama que de comedia. Su narración sin artificios expande una superficie muy amplia, pero ellas no son superficiales. Sus asuntos asumen lo grave, lo complejo, puede, inclusive, ser cruda y hasta causar miedo. Muchos de sus narradores evitan ser personajes de sus relatos y narran desde un "otro" literario bajo la consabida advertencia: “Quizá no lo crean, pero contaré un suceso tal cual lo oí; una  persona muy seria me dijo que...”.

Oportuno es insistir en que las leyendas carecen de moldes absolutos; ellas obedecen a la inquietud y desconcierto del colectivo ante incógnitas estéticas en las cuales el narrador y el receptor acomodan el discurso a su parecer. Empero, podemos aproximarnos al efecto de "triangulación" vigente en estas historias, el cual parte de la conjugación móvil de tres elementos temáticos; por ejemplo, en los pasajes del Hombre sin cabeza está: la muerte violenta, la pasión y  la venganza; en las narraciones sobre espantos (hombres y mujeres) surgen las variantes de seducción, obsesión y perdición; luego, en los relatos de ruinas de haciendas, familias y  pueblos persiste la atracción por lo fácil, el arreglo con el mal y el castigo.      

Tampoco debe extrañar que los sobrecogedores sucesos de las leyendas llaneras surjan de cualquier loma lejana donde se resguarde al Salvaje de La Sierra o el Ánima de Tucuragua para sus temibles portentos; que la sabana donde pasta el ganado sea el asiento de antiguos fantasmas de un pueblo desaparecido; que la sombra generosa del árbol recubra al tigre carnicero o al penitente ahorcado cercano a su retorno; que ese camino pegado a la cerca nos lleve a encontrar al temible Jinete Sin Cabeza,  a la Mula Maniá de la Mata Carmelera...o quizá el sosiego de la sabana solo sea el silencio dejado por aquellos codiciosos que pactaron con el Diablo.

Recuerde que el Llano es un hábito de vida, es una tradición. La Llanura es territorio de los soñadores, de los hombres y mujeres trasnochantes que vuelcan en palabras los asombrosos espantos que asolan pueblos y campos, también, los ríos poblados de animales y peces increíbles, los montes donde las fieras conviven con las fábulas del jinete arreador de ganado. 

En todo caso, usted ya está advertido y está solo... 
Isaías Medina López.

San Carlos, 20 de agosto de 2013 

Oración y otros poemas de Sara Medina López

Joven guitarrista de Cojedes en el archivo del maestro Rafael Ortega 


*Qué se fue desvaneciendo
cuando comenzamos a abandonarnos
y fuimos apilando adioses
no supimos cuando nos hicimos jirones
y cada quien arrojó al otro
al desierto de estas soledades
ninguno se buscó
aterrados nos dejamos sucumbir
no acudimos a salvarnos
quién se diluyó primero,tu, yo
o la piel devastada
que habitó el paraíso.


       La sonriente poeta Sarita 

*Duerme esclavo
la noche que te otorgo
mañana hazme el día
lamiendo mis pies enmielados
lava mi cuerpo con servil destreza
unge mi piel con aceite perfumado
alcanza hasta mi boca
del platillo que hiciste
mientras dormía
llévame al lecho
y obedece humilde
que conduzca auriga nuestros cuerpos
lávame de nuevo
sé centinela de mi breve descanso
que cuando despierte
estés ahí de rodillas
rezando el juramento diario
de ser mi esclavo por siempre.

INSOMNIO
La una: algo llama a la puerta
y no es la ventisca
las dos: un frío desde el patio
se cuela hasta mis ojos
las tres: susurros y voces
merodean en mi lecho
las cuatro: hay un fantasma aquí adentro
que quiere vengarse
las cinco, o quizá aún las cuatro:
me asfixian, auxilio, creo
que llegó la muerte
las seis o aún las cinco: sudores como ríos
corren en mi cuerpo
las seis: no sé por qué
pero no amanece y parece el juicio final
salgo del cuarto,
con la mirada rasgada y la boca partida
no quiero mirar la sábana
que ha reído perversamente ajada
en casa todo está bien
huele a café y pasteles para los niños
yo quiero irme a dormir
descansar sobre las nubes
bañarme con leche tibia
las paredes y las palabras
se mezclan con la arena de mis ojos
cuanta lentitud en mis movimientos
aparto todos los espejos
escucho de mi padre
lo que debo resolver en el día
y tengo mucho miedo de que llegue la noche.


RITUAL
Impediré a los hombres mirar mi cabellera
cubriéndola con un manto
no alzaré mi vista más allá de los espejos
ni calzarán mis pies sandalias de suaves pieles.
De mi mano no comerán los centauros
y vestiré pesados atavíos
sin pronunciar nombre alguno.
Solo maíz y agua de rosa tendré por alimento
de sisal y no de plumas de pensativa
será mi lecho.
Un cirio cada mañana se apagará en mi mesa
macerando en aceite dejaré los azahares
y soles espléndidos secarán las hojas
que perfumarán dulce té
y después
cuando haya visto treinta lunas
iré de madrugada al valle
cortaré con mi boca diez hojas de mastranto
que guardaré en mi jarra
con agua de la primera lluvia
caminaré por la llanura
hasta encontrar un nido abandonado
que traeré conmigo
con agua del Tiriguá lavaré mi cuerpo
con miel de la Sierra untaré mis pies
con nívea resedá me adornaré.
Cinco días con sus noches
aguardaré en lo más alto
perfumándome con la buena hierba
honrando dios con música de mi alma
danzando con la débil soga
y a la sexta mañana
junto con la leche tibia
y las pequeñas gotas sobre lo verde
regresará mi amor.


Del vino y el canto
de la hoja que aguarda
por el silencio que la besa
de la luz desgarrada
y el sueño perturbado
que se lleva el adiós
pregúntale a la piel
ella acostumbra a hurgar en los aromas
todo lo sabe.

ORACIÓN
Dulce silencio de la luna
lumínica creciente de la luna
místico hechizo de la luna
tempestuosa menguante de la luna
pequeña y tibia voz de la luna
eterna lluvia de la luna
misteriosos ojos de la luna
líquido aromático de la luna
humo azul de la luna
leve manto de la luna
mágico génesis de la luna
célico claro de la luna
oye esta oración
viérteme agua en estas honduras
ara las soledades de mi tierra
roza la crin de mi Pegaso
quítame estos fríos
platea mis músicas
hazme madre.


* De  "Bajo los Soles de La Villa"

Ando que preño los vientos
amordazo leones
y lanzo gaviotas que colorean lirios.
Ando que no amanezco
ni duermo
ni respiro
ni odio
ni envejezco.
Ando que pueblo niños
y vivifico octogenarios
y hasta profano tumbas para resucitarlos
si me lo pides.
Ando que trago ángeles
y esparzo exquisiteces
a las bestias salvajes de la montaña
y las vuelvo dóciles hadas
que vuelan al alba.
Ando que enfrento tiranos
con soles antiguos
y arenas brillantes
y tenues colores
que los vuelven flores.
Ando que amamanto huérfanas dantas
y guardo leche
con la que curo a locos y despreciados.
Ando que derribo falsos altares
y reboso líquidos en el desierto
y empaño los artificios con mi sangre
y pleno los cielos con mi agua.
Ando que reino en la danza
deifico a los moribundos
y los hago estrellas incomparables
para que todos tengamos luz.
Ando que ofrendo mi alma
a quienes yacen inmóviles
y los vuelvo mieles
que beben los recién nacidos.
Ando exhalo mi aliento
con el que quito vidas
y hurto lunas
y desgarro fieles
y desprendo todo.
Ando que nazco
ando que soy música
ando que no lloro
ando que quiebro mi espejo
ando que no sufro
ando que te vuelvo tierra
ando que no muero
ando que surco tu sombra
ando que vivo por ti.


FRAGMENTADA
Que me quede el verbo
que me asfixia
que me quede el día y su aguacero
que el agua salta
y que me quede
hasta el ancho signo del dolor
que me quede el vino
que me queme la hendija de su vaso
que me quede el rayo
que me ausenta
que se pierda la palabra
y que me quede
que el llorar no es tan inmenso
que se arrastre
que se vuelva en su latido
que me queme
que no exista y que se duerma
que cante su ceniza
y que me quede.

*De  “Onírica Guerra
pequeña y desolada
temblaba al lado de la boca
que el grito relámpago
ocultaba la furia de todos
ebria de nuevo
no hay otra forma de vivir aquí
se parece a otras historias
que cuando me encuentren
me puedan oír.

ESTÁ NEVANDO EL ÁRBOL
Yo tengo un árbol contigo
de fruto que no se come
sino que florece nubes
y sacude para nevarlas
sobre los cuerpos de la gente
enormes raíces levantadas
sostienen su robusto tronco
se erige majestuoso en su reino
mas solo tú y yo lo advertimos
y celebramos sus verdes,vinos,amarillos,
naranjas degradados.
Yo tengo un árbol contigo
que esparce su espuma ocre
la hace flotar en las calles
toca  pieles,roza cabellos
se queda breve y luego se entrega al viento
hasta desaparecer y hacerse cielo
parece un paisaje lunar que nadie entiende
cuando está nevando el árbol




La poeta confiesa: "Nací en San Carlos, Cojedes, pueblo llanero, caluroso que me encanta, estudié sociología, algo de música, he sido docente, hago papel artesanal, escribo poesía, soy muy apasionada en mi hacer y vivir, soy católica, me gusta cocinar, contemplar, caminar, ver el cielo, hablo mucho, creo que a veces lapidaria en el verbo, canto, aunque bailo mal me encanta hacerlo."